Un ciclista autónomo es un ciclista seguro

Autonomía, la palabra clave. Ser capaz, tener las herramientas necesarias para desenvolverse el entorno, comunicarse con los demás, ser visible, señalizar, gestionar el espacio propio, gestionar la propia seguridad…. Un ciclista autónomo, fomenta la seguridad, es un ciclista seguro.

A continuación os mostramos la intervención realizada el 12 de noviembre de 2013 del psicopedagogo, pensador e ilustrador italiano Francesco Tonucci, protagonista de una mesa redonda en Matadero sobre el programa europeo STARS que se está empezando a aplicar en unos cuantos centros escolares de Madrid.

Hace dos o tres décadas los propios ciclistas organizados iniciaron las líneas de promoción de la bicicleta mediante la reivindicación de vías especiales específicas para ciclistas, es decir, «sobreprotegiendo» al ciclista que ni siquiera existía y sin considerar que su inexsitencia se debía más bien a un factor cultural y no a una falta de vía para circular, pues ahí estaban las calles. Para conseguir tal objetivo se exageró la peligrosidad de circular en bici por la ciudad fomentando el miedo y la dependencia. Esta dependencia no era solo hacia estas infraestructuras, sino también hacia los políticos y técnicos que decidían dónde y cómo hacerlas, incluso la dependencia hacia esos que se habían autoprocalmado representantes y defensores de los intereses de los ciclistas urbanos. Podemos pensar, incluso, que tal reivinidicación pecaba de falta de autoestima, pues la vía deseada ni siquiera cumplía con los requisitos necesarios para conducir la bicicleta bajo los parámetros de la conducción segura de la bicicleta. En definitiva, llevaron a cabo una práctica completamente contraria a la promoción de la autonomía de la persona, tratando a los posibles ciclistas como si fueran seres incapaces de desenvolverse por su propia ciudad, como si se tratara de auténticos «inválidos». Por desgracia, actualmente, la gran parte de las asociaciones de ciclistas urbanos todavía sigue llevando a cabo esta práctica, aunque ahora estas vías especiales (por cierto, estrechas, sin distancias laterales de seguridad, anómalas en las intersecciones, etc.) las solicitan solo en aquellas arterias de la ciudad donde hay mucho tráfico y la velocidad máxima permitida es 50Km/h, lugares donde también son innecesarias para un ciclista autónomo que puede gestionar su propia seguridad en la calzada. Ahora que ya se han consumado dichas políticas podemos ver el resultado: en algunas ciudades se ha incrementado el número de ciclitas, pero ciclistas incapaces y miedosos que se «refugian» en las aceras o circulan generalizando la conducta arriesgada que fomenta el carril bici, es decir, circulando por el extremo derecho de la calzada.

En un país donde no ha habido tradición sobre la formación de la conducción de la bicicleta, encontramos a numerosos adultos que aún sabiendo montar en bici, desconocen cómo conducirla en la ciudad con autonomía y seguridad, tienen miedo, etc. y acaban teniendo malas experiencias, invadiendo la acera o dejando la bici en casa. Por este motivo, un pilar fundamental de la promoción del uso de la bicicleta como medio de transporte es contribuir a la construcción de la autonomía personal de los adultos, pero sobretodo de los niños para evitar los miedos que atenazan a la población adulta que no ha tenido la oportunidad de aprender a ser autónomo con la bicicleta.

Desde que se introdujo la educación vial como un tema transversal en la educación han sido muchos los colegios e institutos que, en colaboración con los ayuntamientos, han intentado impartirla a través de la policía local. Comenzaron con simples visitas para impartir charlas y repartir folletos informativos. Más tarde, derivaron en jornadas más largas y completas en donde, además, se añaden clases prácticas desarrolladas en circuitos cerrados. En numerosas ocasiones dichas sesiones prácticas se han llevado a cabo por asociaciones de ciclistas urbanos acompañándolas de un programa de concienciación medioambiental. Sin embargo, ninguno de estos métodos han servido para lograr que el alumnado adquiera el hábito de usar la bicicleta como medio de transporte de forma autónoma y segura. En nuestra ciudad, por ejemplo, se han venido realizando por Granada al Pedal que cuenta, en los últimos años, con el apoyo institucional del Ayuntamiento de Granada. En este último caso, no solo no han servido para contribuir al desarrollo de la autonomía personal de los niños, sino que refuerzan el sentido de la incapacidad y de la dependencia.

“La necesidad de tener siempre el control directo de los adultos impide a los niños vivir experiencias fundamentales como explorar, descubrir, la aventura, la sorpresa, superando progresivamente los riesgos necesarios. La imposibilidad de probar estas emociones y de construir estos conocimientos crea graves lagunas en la construcción de una personalidad adulta, en las reglas de comportamiento, de conocimiento y de defensa.” (TONUCCI, F. http://www.lacittadeibambini.org)

 

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